Este Monasterio Cisterciense data del año 1683. Existían entonces en Granada dos beaterios carmelitanos que dependían de las carmelitas de los Santos Mártires y recibían ayuda espiritual de San Juan de la Cruz. Se dedicaban a la educación de jóvenes de la nobleza pero poco a poco fueron perdiendo vitalidad y las que los formaban, fusionándose en uno solo, suspiraban por otra vida de más rigor y alejamiento del mundo.
El principal inspirador de la fundación de nuestro Monasterio fue el Sr. Arzobispo de Granada Fr. Francisco de Rois y Mendoza, cisterciense, monje de Valparaíso. Llegó a Granada en 1673, si bien no llegó a ver realizado su deseo de traer hijas de San Bernardo a esta ciudad por haber muerto en el año 1677 dejando sembrada la semilla que germinaría unos años después.
La dificultad económica para realizar dicho proyecto se solucionó providencialmente al entrar a formar parte del beaterio las Potencianas Dña. Mariana de la Torre Esparza, que legó todos sus numerosos bienes junto con los de su hermana, Dña. Isabel de la Torre, con el objeto de llevar a cabo dicha fundación. A cambio pidieron ser admitidas a profesión como monjas una vez erigido dicho convento. La escritura de donación está fechada el 8 de noviembre de 1682.
En este año era Arzobispo de Granada Fr Alonso Bernardo de los Ríos y Guzmán. Tuvo la feliz ocurrencia de solicitar a Fr. Alonso de Santo Tomás, Arzobispo de Málaga, que trasladaran a Granada, por un período determinado, a tres religiosas del monasterio del Cister para que pusieran en marcha la fundación deseada, regresando después a su monasterio de procedencia. Dos de las que vinieron eran hijas del notabilísimo escultor granadino Pedro de Mena. Entró aquí la tercera hermana que acompañó a las otras en su retorno a Málaga una vez implantada la observancia cisterciense.
En 1695 se trasladaron definitivamente a la casa propiedad de Dña. María de la Torre Esparza, en la carrera del Darro adaptando el edificio a las exigencias de un monasterio funcional y adosándole un templo espacioso. Aquí permanece desde entonces la comunidad, si bien la portería del Monasterio está en la Calle Gloria Nº 2, perpendicular a la fachada principal.
Desde su amplia terraza se puede contemplar una espléndida panorámica del monumento de la Alambra, así como una bella visión del Albaicín, del Sacro Monte, de la Catedral. Todo ello no impide que tenga asegurada la separación necesaria para conseguir estar alejadas del ajetreo del mundo aún estando en plena ciudad.